Beber y conducir es un binomio envenenado y sumamente peligroso, para nosotros y para los demás. La carretera está llena de peligros que se agravan con la presencia de alcohol en nuestra sangre, por lo que esta sustancia es enemiga de la vida y de la seguridad. Pero hay conductores que no acaban de entender esta cuestión, e incluso creen que el verdadero enemigo es el alcoholímetro, una supuesta arma cargada para arrebatarles puntos y dinero. Pues no. Sólo son instrumentos para garantizar que en la carretera no hay conductores peligrosos. Pero… ¿sabemos cómo funciona?
Cruzarnos con un conductor que se ha puesto al volante bajo los efectos del alcohol puede ser un episodio peligroso. No son conscientes de que esos irresponsables ponen en peligro su vida y la de otros usuarios que se cruzan en su camino. Los alcoholímetros han evolucionado para «cazar» a estos peligros rodantes. Siempre han basado su funcionamiento en la ciencia, aplicando cada vez técnicas más perfeccionadas para calcular la tasa de alcohol en sangre que presenta el conductor. Recordemos que la máxima permitida es de 0’3 g/l para conductores profesionales y principiantes y de 0’5 g/l para el resto. En cuanto a su presencia en aire exhalado es de 0’15 mg/l y 0’25 mg/l respectivamente. Se trata de cifras que varían en cada país.
Antiguamente la manera de realizar las mediciones era a través de un sensor de infrarrojos, basado en la capacidad de los gases a la hora de absorber longitudes de onda de las radiaciones electromagnéticas. Como cada gas actúa en un rango diferente, de ahí que estos métodos suelan usarse para detectar diferentes sustancias vaporizadas en una muestra. Pero resultaban muy costosos y con el paso de los años han aparecido otros métodos, siendo hoy día el más común el que utiliza el mismo fundamento químico que las pilas: la célula electroquímica. La tecnología se basa en que al pasar una muestra de aire por el aparato, el etanol se oxida en el ánodo, transformándose en ácido acético. De esta manera, los electrones liberados pasan al oxígeno presente en el cátodo, generando una corriente eléctrica proporcional a la concentración de alcohol y medible.
Y olvídense de las leyendas urbanas: no hay trucos para escapar de los alcoholímetros. No mastique granos de café, chicle, o ingiera a toda prisa vitamina B. Ni siquiera otros métodos extravagantes entre las que se haya lamer la batería de un móvil. No hay nada que hacer frente a este aparato, salvo no beber alcohol cuando vas a ponerte al volante.
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